-A quien le interese. De ante mano perdón por no escribir una de mis habituales entradas cursis, melancólicas o profundas, pero es que en este tiempo de sequía sentimental, los malabares, analgésicos y pañitos húmedos, ya no surten efecto.-

Sí, aprendí a jugar. Ya sé en qué clase de campo minado me la paso bailando, de aquí para allá. Verlos, jugar con las palabras y acomodarlas en un sentido en el que ellos se convencieran de lo que les digo, solía ser algo placentero. La verdad no sé por qué, pero quiero convencerme de que era alguna forma de canalizar todo el odio que guardaba dentro, en forma de vómito mental. ¿Qué tan estúpida, macabra y cruel tendría que ser como para dejar con arrullos de estrellas a todos aquellos hombres que se acercaban con la intención de hacerme parte de sus mundos?

Podría excusar todo ese circo diciendo que ninguno llenaba mis expectativas del todo y que por eso no pude quedarme con los ojos frenéticos de alguno, pero, a decir verdad, ninguno merecía estar con alguien que por alguna razón no los puede querer de vuelta en la forma que ellos quieren. Sin embargo, teniendo en cuenta lo anterior, lo más razonable hubiera sido dejar los juegos a un lado y decir exactamente lo que sucedía. Pero no, los incentivos al ego mueven montañas.

No, no estoy orgullosa de lo que acabo de contar. De hecho, debo confesar que aunque las noches parecían divertidas al jugar de esa forma, en las madrugadas entendía que de tantas ‘movidas’ y estrategias, lo único que quedaba era un ser completamente deshidratado, deshecho, podrido y, al parecer, sin sentimientos. Qué tristeza. Incluso debo decir que aunque esté en contra de esas típicas y encasilladas frases cliché, entendí al fin a qué se referían los hombres cuando decían que eran así a causa de un mal amor y que habían aprendido lo suficiente como para no caer en la pena por cualquiera.

Es increíble cómo he jugado hasta conmigo misma, mintiéndome y fingiendo sentir cosas. Doy asco. Reproché tanto los juegos de "no pienso en eso, ergo no existe”, que ahora vivo en un embrollo lleno de canales y tuberías que no desembocan ni llegan a ningún lado. No quiero tocar fondo, pero ya no sé cómo parar, porque, con toda honestidad y sintiéndome más cruel que nunca, me gusta.

Confundida y sin amor,

Paloma.

Nada de lo habitual.
Regresar al inicio