Creen que está diferente,

se preguntan por qué,

la miran fijamente a los ojos, observan la dilatación de sus pupilas,

se concentran en el movimiento y estado de sus manos,

no encuentran respuesta.

Todavía no entienden,

prestan atención a la ruborización de su cara,

a sus parpadeos acelerados,

pero el color del iris los distrae y lo olvidan.

Dejan pasar los días,

ignoran la ausencia de su espontaneidad,

la falta de comentarios ocurrentes.

Ella lo prefiere así,

de esa forma nadie nota lo podrida que está.

Siente un frío que le sube por las extremidades,

algo no está bien, algo le falta.

La ausencia de ese algo le está carcomiendo las entrañas.

Siente cómo sus ojos desorbitados ven cada vez menos,

cómo se le desprenden las manos y los pies,

cómo se le marchitan los labios y el corazón.

Ellos otra vez notan el cambio,

vuelven a detallar su actuar,

pero una risa coqueta los distrae

y lo olvidan de nuevo.

-María Fernanda y María Paula.

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