La puerta está entrecerrada, el humo de su cigarro se esparce por todo el lugar, estamos solos, desnudos, vestidos y locos. El ambiente es cálido y ameno. Él lee en voz alta alguno de los poemas o relatos que sabe que me gustan. Su boca se ve completamente provocativa cada vez que su lengua la roza para mojar las palabras. Me gusta su extraña forma de darle contorno a las letras con esos cambios de tono al final. Entre parpadeos veo imágenes cortadas, mientras una de sus manos me acaricia el pelo. En eso recuerdo la última vez que su boca me susurró un "te amo" al oído.

De repente se detuvo, se rió y me preguntó que si me había dormido. Mi risa le contestó y el leve empujón que le di le confirmó mi respuesta. Es inefable lo que siento. Estar a su lado mientras me ve con sus ojos tiernos es suficiente como para decir que he vivido plenamente. No hay tiempo restante, no hay para siempres ni hasta mañanas, el único tiempo que nos cobija es el que duran sus parpadeos y su risa.

Mi media luna, el sortilegio de tu existencia inunda y alegra mi vida.

-María Paula.

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