Como tocar un violín.

Tocarte tan ligera y cuidadosamente, con frenesí y ternura. Estamos inmersos en la lentitud, evocando tantos placeres como colores desconocidos. Siempre sentí inquietud por esos lunares de tu espalda, siempre había querido saber a dónde conducían o en dónde terminaban; ésta noche, viéndolos de cerca, puedo asegurar que se asemejan al paraíso, así que por ende allí me condujeron.

Pasar la lengua por tu cuerpo para descubrir el lenguaje encriptado en lo que conocemos como piel; tu piel, mi piel, mis dedos en tu piel, todos nuestros sentidos alborotados fusionando y emergiendo como auroras. La gente habla de "puntos G", yo no usaría ese sustantivo, ni tampoco un plural tan limitado; al tacto de tus manos mis umbrales de luz no se reducen a un punto, ni tampoco a un solo momento. Los poros de mi cuerpo te lo dicen a gritos, cada que me rozas la piel pareciese que me fueran a nacer plumas, como cuando me da frío, pero más intenso, y con más calor que frío, sudo y fluyen sonidos guturales.

Paredes blancas, palomas volando, cama de madera oscura, sabanas blancas, duvet blanco, dos personas que ya parecen un sólo superhombre, un arco iris fluyendo entre ellos.

Mis labios no quieren parar de tocarte, y es que en medio de este vaho repleto de suspiros, amor y delirio, necesito algún mecanismo para definir tu figura.

Paseas tu lengua por lugares que yo ni reconocía, y me dan escalofríos al sentirte cada vez más cerca, son como contracciones repletas de deseo. Iridicencias van y vienen, me fascina el sabor que mantenemos, que creamos, que generamos. Me fascina saber que tus ojos no hacen mayor esfuerzo para encontrarme, para desnudarme más allá de estar sin ropa.

Intento sostener este momento en burbujas, intento sumergirme en las notas que despiden tus labios, o el color de tu pelo, intento no confundir tu pelo con olas de paz y calma. El cielo se torna rojizo en mi mente, nuestros cuerpos juntos expiden arreboles nunca antes vistos. El sudor fluye por mi espalda, abdomen, frente y piernas; mordiscos y besos van y vienen, el néctar fluye de cada cuerpo.

Paredes blancas, palomas en quietud, cama de madera oscura, sábanas amarillas, dos personas abismadas de la otra, ambos repletos de la esencia del otro. Un momento completamente inefable.

Desperté y de nuevo te sentí, tu cuerpo otra vez estaba donándole calor al mío, esta vez de forma diferente; nuestras piernas entrelazadas como raíces, mis manos en tu pecho y rodeando tu cuello, logrando que volviera a tocar cráteres de luna azul. Empecé a despertarte con besos en el cuello, luego volví al lugar donde todo es calma, tu boca, y ahí volvimos al principio.

Mi luminiscencia, mi éter, eres toda la luz que necesito.

-María Paula C.

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